Amor por un clásico

Amor por un clásico

Generaciones diferentes a través de una educación ambiental
Los sectores productivos deben convertir sus procesos para que sean más sustentables
Industria Llantera un mercado sano y consolidado

Entrevista a:
lng. Jesús Rafael Camou Woolfolk
Propietario de: Ford Modelo A, de 89 años de antigüedad

La afición por los autos clásicos no es común en Hermosillo. Por eso, cuando el Ingeniero Jesús Rafael Camou Woolfolk sale a pasear en su Ford Modelo A, de 89 años de antigüedad, causa sensación.

Sin embargo, no le apasionan los clásicos en general. Lo que específica y realmente le gusta es el Ford Modelo A, un auto que dejó huella porque se produjeron aproximadamente cinco millones de vehículos en cuatro años, entre 1928 y 1931, en una época de baja población. “Hubo un momento en que la mitad de los carros circulando por las calles de Estados Unidos eran Modelo A y el resto eran de todas las otras marcas’; exclamó.

Fue un éxito increíble por la penetración que tuvo en el mercado, al grado que aún está vivo, activo y presente, agregó. En los pueblos de Estados Unidos siempre hay un Modelo A, una joya tirada bajo algún mezquite o en un granero.

Gran conocedor del tema, recordó que Ford empezó a fabricar automóviles desde el siglo XIX, hace 140 años; el Modelo A fue icónico en la historia de los autos porque fue el segundo vehículo que fabricaron en serie.

Existe una primera generación del Modelo A, el primer coche producido por Ford Motor Com pany en 1903. Posteriormente, entre 1909 y 1927, fabricó el Ford Modelo T que fue también muy exitoso, hasta que se agotó la preferencia del mercado y declinaron las ventas.

“Entonces, a finales de 1927 se reinventó el Modelo A, con tal éxito que todavía sobreviven aproximadamente 250 mil vehículos restaurados que todos los días están en las calles en alguna parte del mundo’; externó.

Se hicieron mejoras tecnológicas en el motor -m ás grande y más potente-, en los amortiguadores y la suspensión. La carrocería era más atractiva, con líneas más modernistas para su tiempo, y las llantas más grandes. Todo el auto era un poquito más grande, dijo, y tuvo mucha aceptación en el mercado de 1928.

“Hay que recordar que la idea original de Henry Ford era hacer una carreta sin caballos. Por eso estos carros conservan algunas características de la carreta, como la altura, ruedas grandes y con rayos. En ese tiempo las carreteras eran de terracería, los vehículos no avanzaban a más de 30 kilómetros por hora y para salir de viaje las personas tenían que prepararse como si fueran a una expedición: con pala, gasolina, agua, hacha, rifle y azadón por si se atascaban. Si las llantas se ponchaban, llevaban dos o tres extras y ahí mismo las desbarataban, reparaban e inflaban para ponerlas a funcionar otra vez. Eran los medios de ese momento’; rememoró.

El empresario cuenta con dos autos Ford Modelo A que ha restaurado. Uno es 1929, el otro es 1930y sueña con adquirir uno 1931 para completar el trío de la segunda generación.

El costo puede oscilar entre 15 mil y 25 mil dólares de acuerdo al modelo y las condiciones del vehículo, comentó; sin embargo, en 1931 se fabricaron muy pocos y su precio podría duplicarse por la escasez de vehículos y la dificultad para restaurarlos.

En términos generales los Modelo A son fáciles de mantener, de arreglar y son divertidos, exclamó el lng.Camou.

A pesar de que han pasado 90 años las piezas se pueden conseguir. Las hay de reproducción -las vuelven a hacer- algunas con licencia de Ford y otras genéricas o se pueden conseguir originales usadas en yunques. Incluso, dijo que aún hay piezas nuevas en su empaque original que se produjeron en el año en que se fabricó el vehículo; tienen un precio más alto, pero están disponibles.

Tener un auto clásico es una afición cara o barata en función del poder adquisitivo de cada quien, pero la ventaja es que la inversión, en un momento dado, es recuperable, concluyó.

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