El origen de la cocina sonorense está muy ligado a los pueblos de Sonora, a la agricultura, al desierto, al sol, al campesino; es una cocina que tiene las características que le dan lo agreste y lo difícil de su ambiente, un exceso de temperatura en verano, un sol exagerado que en otros tiempos no permitía tener más que el auxilio de lo que se producía en el campo y de lo que la naturaleza brindaba.
El origen es muy genuino, muy bonito, hay pueblos que todavía siguen con esas costumbres y esos hábitos. El café colado, el bacanora, la tortilla de harina tienen su origen en la forma de ser del sonorense.
Decidir cuál es uno de los platillos más sonorenses es difícil. Entre los caldos se usa mucho el de queso, la gallina pinta o el cocido, pero hay uno que es el pozole de trigo, un caldo que viene de la época en que se cosecha el trigo.
Hay muchas variantes que se han incorporado a la cocina sonorense. Por ejemplo el queso de Sonora es el queso fresco, el queso natural que sale del rancho. El menú es muy amplio, hay mucha imaginación y es comida muy rica en opciones.
Lamentablemente el chef moderno tiende a desvalorizar la cocina sonorense, quizá por influencia de la globalización, y busca en mayor medida especializarse en cocina alemana, italiana o francesa. Pero quien está queriendo conservar las tradiciones no está de acuerdo con la famosa cocina de fusión.
Sonora tiene una historia gastronómica muy rica y además existe el sentimiento de regresar a lo que nos heredaron nuestros antepasados. De la comida sonorense siempre debe esperarse autenticidad y sencillez pero con sazón y suficiente cantidad para dejar satisfecho a cualquier invitado. La cocina de Sonora no es rebuscada ni con pretensiones, pero es digna de comerse porque procede de la tierra, de nuestro clima, del desierto. Los jóvenes deben tener amor a la cocina y la gastronomía sonorense, a sus raíces, y Viva Sonora modestamente ayuda a que las conozcan.
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