Entrevista a:
Maestra Diana Cuéllar Ballesteros
Directora General del Centro de Apoyo y Desarrollo Integral
Cualquier extremo en la vida siempre va a causar algún tipo de disfuncionalidad y al hablar específicamente del tema de la competitividad en la infancia, el secreto es llegar al punto medio – es decir, esa flexibilidad que permite ajustarse a las condiciones, al contexto, a las circunstancias, explicó la Licenciada en Psicología Diana Cuéllar Ballesteros con Maestría en Psicoterapia Familiar Sistémica, Directora General del Centro de Apoyo y Desarrollo Integral, CADI.
Al enseñar al niño a ajustarse se fomenta más el aprendizaje, la inteligencia lógica y emocional; se crean menores más seguros, emprendedores, con ánimos de seguir compitiendo y consiguiendo metas, expresó. Y los papás que pueden impulsar esto en sus hijos son los “padres democráticos”, aquellos que fomenten la creencia de que muchas veces se gana y muchas veces se aprende –más que perder. Son papás flexibles, ni demasiado autoritarios, ni demasiado permisivos, sino un término medio.
Para lograrlo es importante no desaprobar al niño cuando pierda, no descalificar, no sentir vergüenza por él, dejar que vivan su proceso. Si no obtuvieron esa medalla o trofeo que querían no decirle que el jurado se equivocó, enseñarle también que no todo el tiempo se va a ganar. Si quiere llorar que lo haga, dejar que saque su frustración pero convertirlo en un aprendizaje; cambiar el significado de pérdida por un aprendizaje, recomendó la psicóloga.
De esta manera, se pudieran crear a infantes con esta mentalidad emprendedora desde pequeños, agregó, porque una persona emprendedora de adulta tiene que tener esa habilidad de que a veces las cosas van a salir como esperan y a veces se van a presentar obstáculos, y no por eso se van a frustrar.
Cuéllar Ballesteros citó una información del libro Desarrollo Humano, de Papalia, el cual refiere que los padres ejercen una gran influencia en las creencias del niño. Según un estudio realizado en Estados Unidos, una prueba de 514 niños de clase media, arrojó que gran parte de las creencias que el niño tiene de sí mismo, con respecto a las competencias de Matemáticas y Deporte que fue el enfoque de la investigación, es parte de las creencias que su papá tiene de ellos.
“Entonces, también el niño tiene que escuchar frases positivas, y nosotros como adultos tenemos que descubrir esas competencias –no tiene que ser bueno para todo—y hacer que exploten eso para que pueda ser competitivo en algo que sobresalga. Como papá descubrir algo que al niño se le dé por naturaleza y proponerle algunas opciones, tampoco se trata de imponer”, advirtió.
Una desventaja de irnos al extremo y fomentar demasiada competitividad, es decir, una formación demasiado exigente puede traer consecuencias tales como niños con baja tolerancia a la frustración, soberbios, autoexigentes, ansiosos, frustrados, con necesidad constante de ser reconocidos ante los demás y con muchos miedos, expuso la psicóloga.
Los rasgos que tienen los papás que fomentan este tipo de competitividad al extremo son: se enojan cuando pierden, usan frases como: tienes que hacerlo mejor si no, no vas a tener el mismo valor, estar exigiéndoles, regañándolos y no enseñar a sus hijos a aceptar perder, precisó.
El otro extremo es ser demasiado permisivo; no pasa nada, conformarse con que sus hijos saquen un 7 de calificación, no ayudarlos a estudiar, no inscribirlos en ningún deporte ni en otra disciplina. Son niños que se pueden volver perezosos, caer en la mediocridad y no descubrir su gran potencial, advirtió la Directora General de CADI.
En ambos extremos, el niño no va a tener interés en seguir compitiendo, por eso el secreto es llegar al punto medio para no nomás crear a niños competitivos sino también con ganas que de ellos mismos salga esta naturaleza de competir. “La competitividad es algo muy saludable siempre y cuando sea flexible y con amor”, concluyó.
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